Capítulo 9
En la fiesta de graduación.
Ramón sostenía su celular con la mano temblando sin parar.
Jamás se le habría pasado por la cabeza que Alejandra algún día le colgara una llamada.
Pero lo hizo. Y cuando volvió a marcar, ya no escuchó su voz nunca más.
Solo le respondió una voz robótica y fría: el celular estaba apagado.
‘¿Qué demonios pasó?‘
Alejandra no le había dicho nada, solo se alcanzaba a oír, muy débil, una especie de anuncio
por altavoz… como si estuviera en un aeropuerto.
Pero ¿cómo iba a ser posible eso? ¿A dónde podría ir ella sola en avión?
-¿Moncho, qué te pasa?
Pilar notó que él estaba completamente desconectado, así que se acercó preocupada.
Ramón le contó que ya no podía comunicarse con el celular de Alejandra.
—Moncho, tranquilo. Antes de venir yo pasé a verla, estaba en su cuarto. En tan poco tiempo no pudo haberse ido a ningún lado.
Al ver que él seguía ausente, Pilar le tomó la mano con algo de desesperación y le dijo con los ojos llenos de culpa, -Seguro Jandra sigue enojada conmigo por lo de la patente. Fue mi culpa. Moncho, te lo juro, apenas regrese voy a disculparme con ella. Aunque tenga que arrodillarme, voy a lograr que ustedes se reconcilien.
Ramón frunció levemente el ceño. Si hubiera sido otro momento, esas palabras lo habrían
conmovido,
Pero ahora… había algo que no cuadraba.
Había visto el video. En él quedaba claro que Alejandra no había empujado a Pilar. Pero ella había actuado como si la hubiera golpeado, y eso fue lo que hizo que incluso él mismo pensara que Alejandra se había sobrepasado. Por eso perdió la cabeza y le dijo cosas de las que ahora se arrepentía con todo su ser.
Después fue a hablar con Pilar. Ella solo bajó la mirada con aire lastimoso y dijo que no recordaba bien si se había caído sola o si Alejandra realmente la había empujado.
Esa excusa sonó hueca, como si quisiera zafarse del tema sin dar muchas vueltas. Pero en ese entonces acababa de salir del hospital y seguía débil, así que tampoco podía descartarlo del
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todo.
Él intentaba convencerse de que todo había sido un simple accidente. Pero cada vez que la noche caía y el silencio lo envolvía, una idea espantosa volvía a cruzar su mente, ‘¿Y si Pilar lo hizo a propósito? ¿Y si todo fue una trampa para hundir a Alejandra?”
No sería la primera vez. Ya antes, cada vez que él iba a ver a Alejandra, Pilar terminaba haciéndose daño para llamar la atención y desviar el foco hacia ella.
Si todo esto había sido parte de un plan… solo pensarlo le provocaba un escalofrío que le recorría la espalda.
Claro, no quería creer en esa posibilidad. Pilar era una muchacha dependiente,
emocionalmente frágil, tenía depresión. Si no lo veía, era normal que se alterara, incluso que perdiera el control. Eso era lo que se repetía para no odiarla.
Pero aun así, al sentir su mano tomada por ella, Ramón no pudo evitar retirar la suya con sutileza. Forzó una sonrisa y le dijo.
-Sigo preocupado por Jandra. Quédense ustedes, yo me voy a casa a ver si está ahí. Me da
miedo
que le haya pasado algo.
Al escuchar que Ramón se quería ir, Mauricio se acercó para detenerlo, -Espera a que termine la fiesta. ¿Qué le va a pasar sola en casa? Para mí que lo hizo a propósito, solo quería hacer ruido para llamar tu atención. Su intención era arruinarle la fiesta a Pili.
Braulio también asintió, con rabia en la voz,
Esa maldita es capaz de cualquier cosa. Déjala, no vale la pena.
Ramón los miró incrédulo.No podía creer lo fríos que estaban, ninguno de los dos parecía mínimamente preocupado por Alejandra.
Y de pronto lo recordó todo. Desde pequeña, Alejandra nunca había recibido amor en esa casa.
Desde siempre, su mundo giraba únicamente alrededor de él.
Y él.., lo había olvidado con el tiempo.
Peor aún, en su enojo, llegó a soltarle que ojalá se muriera.
-¿Qué he hecho…?
Murmuró Ramón, retrocediendo unos pasos.
Sin decir nada más, ignoró las súplicas de la familia Gómez y salió corriendo del hotel.