Capítulo 14
Los golpes sordos de los puños chocando contra carne retumbaron en toda la sala.
Los gritos de Pilar se fueron volviendo más débiles, más desgarrados. Se retorcía en el suelo como un pez fuera del agua, temblando sin control, con la cara llena de mocos, lágrimas y sangre, —¡Lo… lo siento, Don Gómez! -balbuceó entre sollozos, ¡Yo soy solo una huérfana sin padre ni madre! Tenía tantas ganas de tener una familia… por eso mentí, ¡por eso dije todas esas cosas!
De pronto, se aferró al pantalón de Braulio, y con desesperación comenzó a golpearse la frente contra el suelo hasta dejarse moretones, —¡Perdóneme, se lo ruego! ¡No volveré a mentir! ¡ Por favor, no me mate!
Los ojos de Braulio ardían en rojo.
La única respuesta que le dio fue más violencia, más golpes con una rabia tan brutal que cada puñetazo parecía venir de años de engaño.
Cuando por fin se detuvo, Pilar yacía en el suelo como un perro muerto, medio inconsciente, apenas respirando.
-Papá… -la voz de Mauricio salió como un susurro congelado, -Aquel día del accidente… ¿ quién fue el que me donó sangre?
El cuerpo de Braulio se estremeció de golpe. De repente, se dio tremendas bofetadas en la cara, como si quisiera despertarse de una pesadilla.
-¡Fue tu hermana, Ale! -gritó, con la voz rota.
Se jalaba el cabello con desesperación, como si quisiera arrancarse la culpa desde la raíz.
-¡Yo… yo estaba cegado! Solo quería que dejaras de odiar a Pilar Gutiérrez, por eso… por eso armé todo ese plan. ¡En el hospital todavía están los registros de la sangre que donó Ale!
Al escuchar aquella confesión de su propio padre, los ojos de Mauricio se abrieron con fuerza. La pupila se le contrajo como un animal herido. Sus dedos se hundieron en el sofá, dejando cinco surcos profundos en la piel del mueble.
Y entonces, sin previo aviso, soltó un grito desgarrador que cortó el aire… para luego desplomarse de espaldas, perdiendo el conocimiento al instante. Braulio corrió a atraparlo antes de que cayera, pero ya era tarde. Lo sostuvo entre los brazos, con el alma hecha pedazos.
Todo esto… todo este desastre, era culpa suya. Por haberle dado todo a Pilar. Por haber sido tan injusto con su propia sangre.
Volteó a ver a Ramón, que seguía en completo silencio, y con la voz temblorosa le dijo,
–
Capitulo 14
Muchacho… ¿tienes alguna pista de Alejandra?
2/3
-Yo… yo iré contigo a buscarla. Así tenga que arrodillarme ante ella, le pediré que regrese.j Quiero compensarla… como sea!
Pero Ramón no respondió. Solo tenía la mirada perdida, completamente vacía.
Sus puños estaban tan apretados que las uñas se le habían incrustado en la carne.
La sangre le chorreaba por entre los dedos, pero él ni siquiera se daba cuenta. Era como si el dolor físico no pudiera competir con el que tenía por dentro.
Ese dolor… ¿cómo se compara con todo lo que sufrió Alejandra?
Cuando fue traicionada por quienes más amaba, el dolor que debió sentir… seguramente fue como si mil cuchillos le atravesaran el alma.
-Don Gómez. —murmuró Ramón, con una voz tan débil que casi se la llevaba el viento, —Ella
no va a volver.
…
En ese momento, unos golpes brutales sacudieron la puerta, rompiendo el silencio en mil pedazos.
Un grupo de hombres corpulentos, llenos de tatuajes y con rostros marcados por la violencia, irrumpieron sin pedir permiso.
Iban como si fueran a arrasar con todo. Y cuando comenzaron a hablar, todos se enteraron de. otra bomba: Pilar… también era ludópata.
Por jugar cartas, se había endeudado con una red de prestamistas ilegales, pidiendo préstamos con intereses altísimos. Entre capital e intereses, ya debía más de 180 mil dólares.
-Compañeros, yo… yo no tengo nada que ver con esta desgraciada. -balbuceó Braulio, pálido como un muerto, y cayó de rodillas, -Si quieren cobrar, ¡llévensela a ella! ¡Yo se las entrego!
Pero el tipo calvo que lideraba al grupo lo miró con desprecio, -¿No fue ella misma quien nos dijo ayer que tú la adoptaste legalmente? Pues entonces, es tu hija. Y si es tu hija, la deuda también es tuya. —dijo mientras tiraba un pagaré frente a él, -Tienes hasta el quince del próximo mes para pagar los 187 mil dólares. Si no vemos el dinero… les mochamos las manos a
los dos.
Apenas terminó de hablar, blandió un machete enorme y lo estrelló contra la mesa de centro.
¡Crack! El vidrio estalló en pedazos.
A su señal, otros hombres comenzaron a arrojar pintura roja por toda la sala, salpicando paredes, muebles y suelos con ese color escarlata tan parecido a la sangre.
Braulio se desplomó entre el caos, con la mirada fija en el bordado enmarcado que colgaba en
Capítulo 14
3/3
la pared. Las gotas rojas resbalaban lentamente por encima de las palabras “Armonía familiar trae prosperidad“. Se tapó el rostro y rompió a llorar.
Ese bordado había sido hecho a mano por su esposa fallecida.
O
Veinte años atrás, cuando sostenía en brazos a su recién nacida, su esposa le había dicho entre risas que esa pieza pasaría de generación en generación.
Ahora… todo estaba destruido. Ramón corrió a llamar una ambulancia.
Las sirenas aún no se escuchaban, pero el infierno ya se había instalado en la casa. Los sollozos de Braulio, mezclados con los lamentos entrecortados de Pilar, resonaban en medio del salón manchado de rojo, como una pintura infernal salida del mismo averno.
Y así comenzó la verdadera desgracia de la familia Gómez.